Capas de la Tormenta
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Mensaje  Edrahil Jue 22 Nov 2012 - 14:22

Lo recuerdo de forma bastante vaga, más bien solo flashes y sobretodo un torrente de emociones.
Mi vida era bastante normal, como cualquier hijo o hija de un mercader…muchos viajes, muchas ciudades.
Tengo grabado el día en que mis padres se enteraron de lo sucedido en Stratholme. Nos encontrábamos de viaje, como era habitual, recuerdo a mi madre llorando. Moriría de pena unos meses más tarde. Yo lo entendería mucho después.
No es fácil para una niña de apenas 11 años separarse de su familia, de todo lo que conoce e irse con unos desconocidos. También recuerdo la sensación de querer crecer, de ser fuerte, de evitar el sufrimiento de mi madre a otros. Mi padre uso una vieja deuda con un viejo amigo para que yo pudiera ir.
Eso es todo lo que recuerdo de mi vida anterior a la Orden.

Los años pasaban muy rápido con el enteramiento. Y mi poder crecía de igual forma. Descubrí que se me daba bien el manejo de la espada y el escudo. Con mis habilidades amplificadas con mi comunión con la Luz me sentía prácticamente invencible.
Lady Seelie fue asignada para ser mi tutora durante mi entrenamiento. Pronto me convertí en su alumna favorita.
Mi arrogancia crecía a la vez que mis habilidades. Era una niña que de repente recibía un gran poder. No estaba preparada.
Llego un momento en que creía que estaba por encima de las normas, que todo valía para mí. Lady Seelie me cubría todo lo que podía, pero aun así me gane bastantes castigos, broncas y amenazas de expulsión. El Maestre de la Orden cada vez me tenía menos estima. Yo me tomaba todo eso a broma. Era la mejor, como iban a prescindir de mí. La Luz no lo permitiría.
En mi 15 cumpleaños me licencie al fin. Pese a todas las advertencias que se me hicieron se me otorgo el rango de Caballero. Al fin era una Paladín con todo derecho.
Lady Seelie pidió seguir siendo mi tutora, de forma de orientación. Se le concedió, pues nadie más quería hacerse cargo de alguien tan conflictivo.
Hablaba mucho con ella, me explicaba muchas cosas e intentaba hacerme ver que iba por mal camino. Mejores paladines que yo habían sucumbido antes que yo.
Yo la escuchaba. Era mí única amiga en la Orden, le tenía mucho aprecio y cariño. Pero mi arrogancia no me permitía entender lo que trababa de hacerme ver.
Cometía imprudencias en casi todas las misiones que me encargaban, siempre salían bien gracias a que mi habilidad compensaba mis malas decisiones.
Así pase mi primer año como paladín de la Orden, y último.
Fue de noche cuando llego el mensajero. Lleno de barro y sangre. Una aldea cercana había sufrido el ataque de la plaga y solicitaban ayuda urgente pues habían localizado un pequeño ejército y preveían el ataque en breve.
La plaga, mi enemigo favorito, odiaba a esos seres con todas mis fuerzas.
Ese odio fue el que me hizo encajar tan mal esa decisión del Maestre en no acudir. Los habitantes podían refugiarse, pero no se mandaría ningún destacamento. Ya había otras misiones en curso y no querían poner en peligro a los pocos que estaban disponibles.
No todos los habitantes podrían llegar a tiempo, otros simplemente no abandonarían a sus seres queridos. Sería una matanza.
Estaba dispuesta a ir, no era la primera vez que desobedecía órdenes. Lady Seelie intento que abandonara la idea. Era una locura decía. Pero el odio me cegaba, todos esos años de duro entrenamiento para poder tener mi venganza particular contra la plaga. No escuchaba, no…no quería escuchar ni entender.
Finalmente me fui…y ella decidió acompañarme.
Fuimos aclamadas como héroes al llegar. La esperanza en los ojos de esa gente me reconfortaba. Había tomado la decisión correcta.
Al caer la noche, atacaron.
Eran muy numerosos y nosotras solo dos. Al principio caían fácilmente, pero cuando el esfuerzo empezó a hacer mella en mí, cada vez me costaba más rechazar sus constantes embestidas.
Y fue entonces, en ese justo momento, cuando todo cambio, todo sucedió muy rápido.
De un golpe fuerte me quitaron la espada y en ese momento 3 fechas se clavaron en mí.
Mi pierna, mi espalda y el brazo derecho. Nada mortal. Pero suficiente para verme en apuros por primera vez en mi vida.
De golpe ya no sentía esa sensación de seguridad, de invencibilidad.
Caí de rodillas. Paralizada por el terror. Era como verme fuera de mi cuerpo. Y ahí estaba, un maldito renegado a punto de asestarme el golpe mortal.
Entonces de la nada surgió ella, una tormenta envuelta de Luz. Abriéndose paso y arrollando todo enemigo a su paso. Fue la primera lección de las muchas que iba a comprender en poco tiempo. Al fin lo entendía todo.
Ella siempre callada, siempre respetuosa. Nunca vacilaba, nunca pretendía ser más que nadie. Y de golpe todo ese poder…yo, rendida en el suelo mientras ella me salvaba la vida.
Uno, dos, tres….todos caían a su paso. Ella me gritaba pero no la oía, mi cuerpo no reaccionaba.
Las flechas pasaron zumbando por mi vera. Como una sombra maldita. La alcanzaron. Fue lo último que vi antes de que los no-muertos se abalanzaran sobre ella.
Las lágrimas me cubrían los ojos impidiéndome ver. Sabía que se acercaba mi final. Esperaba el golpe que me hiciera reunirme con ella para siempre.
Entonces llegaron. El maestre había descubierto nuestra falta y ato cabos rápidamente. Mando un destacamento a rescatarnos. Me salvaron. Pero habían llegado demasiado tarde.
Pase 2 días en el calabazo esperando juicio. Daba igual. Mi alma estaba rota totalmente. Sin fuerzas ni ganas de vivir.
Me vinieron a buscar. El juicio fue rápido. Había cometido una imprudencia, desobedeciendo órdenes. Y eso había costado la vida de una valiosa miembro de la Orden.
Culpable me sentía y culpable era claro.
Pero de golpe, un detalle cambio las circunstancias. Lady Seelie no era solo mi tutora, también era de rango superior a mí. Se dictamino que ella era más culpable que yo. Y eso me eximia de cierta de responsabilidad. No de toda claro. Sin su protección, ya nadie confiaba en mí.
La sentencia era clara. Había deshonrado la Orden y como tal seria exiliada. Debería vagar como Paladín errante hasta comprender mi camino y mi destino.
Seria reconocida como paladín fuera donde fuera. Pero ya no pertenecería a esa Orden.
Se libraban de mí, como te libras de un peso que te molesta.
Me dejaron quedarme al funeral. Y me dejaron llevarme a mi fiel corcel Atardecer.
Mi nueva etapa comenzó sin ganas de nada. Pensé en quitarme la vida. Pensé…tantas cosas. Simplemente quería correr y escapar de ahí.
No quería dormir, pues los sueños me atormentaban.
Así fue como llegue a esa vieja aldea. Vivía prácticamente en la mendicidad. La Luz me había abandonado. O eso pensaba yo.
Un día, el viejo John me recogió de la calle. Me dio ropa limpia, comida y un trabajo. Le ayudaría con la biblioteca de la aldea. Yo casi no hablaba, pero tampoco me negaba a nada.
Los días pasaron entre libros. Me refugiaba en ellos para escapar de mi realidad.
Aunque me parecía una eternidad, fue tan solo un mes después cuando ocurrió.
Una noche, no sabría decir si estaba soñando o si fue real. Pero una voz resonaba en mi interior. Una voz muy querida para mí, su voz.

- ¿Ya me has olvidado? No.
- ¿Así honras mi memoria? No.
- ¿Qué debo hacer?
- Honra lo que eres…Sigue el camino de la Luz. Todo ocurre por un motivo. Yo nunca moriré mientras honres mis enseñanzas.

Al día siguiente me desperté. Con una fuerza renovada. Volvía a sentir la Luz en mí. Volvía a sentirme viva. Y tenía muy claro lo que debía hacer.
Deje la aldea no sin quedar en deuda para siempre con el viejo John.
Fue fácil infiltrarse en la Orden sin ser vista. Ya lo había hecho en otras ocasiones para salir. Llegue al museo. Y ahí estaba. Su espada. La espada de Lady Seelie.
Mi espada redentora. Mi carga eterna.
Robar no está bien en la mayoría de veces. Pero a veces, el criterio propio está por encima de las leyes. A partir de ese entonces, mi criterio iba a prevalecer ante todo. Y no tenía intención de equivocarme más.
Grabaría su nombre en esa espada y con ella haría el bien. Ayudaría a quien lo necesitase, siempre estaría presente en mis buenas acciones y de esa forma ella siempre vivirá a través de la Luz.
Edrahil
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