Mirando al cielo

**Alëyah** Jue 5 Nov 2009 - 13:26

Sentada a los pies de un árbol, la elfa empezó a flexionar la cuerda de su arco repetidamente.

Algo fallaba en el movimiento, antes instantáneo y perfecto, obedeciendo con fluidez a la voluntad de la cazadora.
Ya no era igual, quizás el polvo había penetrado en alguna de sus ranuras y se había acumulado allí, entorpeciendo el manejo de aquella arma y haciéndola más rígida.

Intentó limpiar la suciedad con un trapo viejo pero no le sirvió de mucho. Quizás estaba rota…
¿Qué más daba? En esos últimos días apenas la había usado, ni tampoco querría hacerlo si no fuera necesario.

Suspiró, dejó el arco a un lado y alzó su mirada hacia arriba. La noche estaba cubierta por un velo de estrellas… esa visión era demasiado perfecta como para conformarse con verla desde el suelo; Sin dudarlo se levantó y trepó con agilidad por el árbol hasta llegar a la rama más alta y consistente, se deslizó por ella y se acomodó.

Ésos, junto a los que estaba con Sayax, eran los únicos momentos en que Ale se sentía en paz con su alma...
Con el suelo lejos de sus piés, muy lejos. El cielo y un mar de estrellas frente a ella…
Podia sentirse más cerca la inmensidad, su mente pensaba con más claridad ahora… los males no pesaban tanto desde allí arriba.

El sonido de los grillos calmó la incertidumbre que provocaba el silencio.
Ella miró al horizonte, desde allí podía ver el Bastión de Non Serviam.
Se mordió el labio.

- Sí, lo sé… Debería ir a ver cómo estan, debería decirles… que ya estoy aquí. – Pensó.
- Al menos Nayade y Ekavali ya lo saben... -

Ésa no era la unica noche que se había acercado a él, a menudo pasaba por allí, perdiéndose en sus nocturnos paseos con Byakun, pero nunca llamaba a la puerta, nunca se atrevía a entrar.

Entrecerrando sus ojos recordó la historia, su historia. Ésa que no quería volver a contar, esa que sólo Sayax había oído de su boca. Su vida había cambiado por completo durante los últimos meses, mucho más de lo que desearía y aunque cuando llegó los cimientos que quedaban de su mundo volvieron a derribarse, el tiempo estaba poniendo poco a poco las cosas en su lugar.

Había perdido muchas cosas… sí, pero había recuperado lo más importante para ella. Lo había dado todo por cumplir su promesa: Luchar por él.
Y así lo hizo… día a día, había luchado por sobrevivir, había luchado por no perder a la única persona a la que amaba en éste mundo. No era ninguna cobarde, ella se juró no volver a tener miedo… nunca más…Y otros hubieran perecido en su lugar. Entonces… ¿Porqué hacía eso?¿Por qué actuaba así? Si nunca había hecho nada malo… ¿Por qué jugaba a esconderse?

Allí estaba, observando el edificio portador de su emblema, el símbolo al cual se había sentido unida antes de que todo se perdiera por una mala jugada del destino.
El maldito destino…

Contemplaba pasiva las idas y venidas de los que pasaban por alli, las visitas…las nuevas incorporaciones. A veces incluso había llegado a seguirles vencida por su innata curiosidad felina, como le pasó con el extraño comerciante, Denoroth.
Sabía que debía ir y hacerlo, pero nunca daba la cara.

Tenía miedo.
Miedo a que a nadie le importara su vuelta.
Miedo a que la miraran con lástima por haber perdido su única valía. Miedo a que no la creyeran.
Ella siempre se decía “No me importa lo que piensen los demás, mientras Say esté conmigo, mientras él lo haga y confíe en mi..”
Pero eso no era del todo cierto… ella no había nacido para odiar, tampoco para que sus sentimientos fueran indiferentes.

Durante mucho tiempo había permanecido aislada en un mundo muy distinto al que siempre había conocido.
Suprimieron sus sentimientos, reprimieron en ella cualquier esperanza y la usaron como una máquina para intereses de otros. Exprimieron hasta la última gota de la fe que le quedaba… hasta la última gota de su poder.
Ella nunca olvidaría lo que había pasado, podrían haber disipado los recuerdos de su infancia, pero no aquellas imágenes. Es imposible borrar de tu mente cómo manchan tus manos de sangre, cómo mancillan tu honor, cómo te obligan a hacer cosas terribles…

Los rostros de aquella gente muriendo no se desvanecerán sin más.
El sufrimiento de aquellas personas inocentes me acompañará para siempre, atormentando mi mente, nublando mi corazón. En mi cabeza se reproducirán sus gritos en mis ratos de soledad, su voz agonizante… la que encoge mi alma y me desespera… ¿Cómo puedo reparar todo ese mal…? ¿Cómo puedo obtener la redención de actos que ni siquiera cometí en mi propio nombre?

Y otra vez, la mirada desencajada de esos niños…

¡ A’dal… maldigo tu nombre!

Maldito seas…. ¡Tu y tu estúpida luz!

¡No voy a rezarte! No esta vez… ya no sirvo para ello.

Nadie, ni siquiera tu, recordará si fuimos seres buenos o malos… Por qué luchamos o por qué morimos...

¿Qué sentido tiene entonces que alguien como tú marque mi camino?

No dejaré que el destino vuelva a jugar conmigo…