Capas de la Tormenta
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Mensaje  Edrahil Jue 15 Oct 2009 - 17:57

Sol, el astro rey. Nada puede detener que su luz bañe la faz de Azeroth cada mañana. Ni siquiera la más oscura oscuridad consigue evitarlo. Contemplándolo me doy cuenta de la fuerza del destino.
Yo siempre fui orgullosa, casi se podría decir que vanidosa al pensar que a mi, nadie me controla. Jamás creí en el destino, ¿como iba a aceptar que no era yo quien controlaba mi suerte?
Pero es ahora, aquí, a lomos de mi fiel dragona, en soledad, observando al autentico rey, que me doy cuenta de que la fuerza del destino es un remolino que nos absorbe a todos. Es imposible escapar de ella.
Otra vez, me asaltan las dudas.
Toda mi vida he dudado con que hacer.
Lógicamente, nunca he dado señales de eso. Yo debía parecer segura, fuerte, ese muro que nunca se derriba. Indestructible.
Nunca nadie se paro a preguntarme si yo era feliz, o si, podía aguantar esos golpes. Simplemente daban por sentado que así seria, y no soy persona que falle a las demás.
Últimamente pongo en duda casi todos mis valores en los que creía firmemente. Siempre pensé que dar mi vida luchando por lo que, según mi punto de vista, es justo, seria un buen motivo para morir.
Nunca me plantee lo que me iba a perder. Lo que no iba a llegar a ver.
Como en una partida de ajedrez que sabes que vas a ganar, pero antes de eso, juegas con tu rival, rozando la burla. Así me siento. Como un triste peón que han movido a primera fila para divertirse, antes de derribarlo sin compasión del tablero.
Mentiría si dijera que no me había imaginado ser madre en alguna ocasión. ¿Que niña no lo ha hecho alguna vez? Pero esta claro que jamás me lo imagine de esta forma.
Cuando me entere, tan solo me di unos minutos para soñar libremente.
Después como siempre hago, moví cielo y tierra para garantizarle lo mejor. Para garantizarle un futuro. Para garantizarle…el derecho a elegir.
¿Con que derecho podía yo, ni tan siquiera plantearme el no darle una vida libre?
Quien puede ser tan egoísta de poder marcar el destino de otra persona, de saber que su vida estará evocada a luchar, sin opción alguna.
Yo desde luego, no me sentía con ese derecho, ni siquiera por sangre. O tal vez, no quería asumir la responsabilidad de esa decisión.
¿Que pasaría si un día la viese degollada, sin haber tenido la oportunidad de defenderse?¿ Con que fuerzas iba yo a seguir adelante? No, nadie podría carga con ese peso…ni siquiera yo.
Ahora ya daba igual, las cartas ya estaban marcadas….había aceptado esa macabra jugada del destino y había aceptado las reglas del juego.
Y, es ahora….que me asaltan las dudas….
¿Seré capaz de hacer lo debido llegado el momento?
¿Seré capaz de dejarles solos?
¿Es lo correcto?

Nunca pensé, nunca pensé que me sentiría así al ver llegar mi final. Y ahora solo puedo preguntarme ¿Tendré valor?
Tan solo desearía que algún día alguien te hablara de mi, mi pequeña, y que ese día sintieras orgullo de la sangre que te corre por las venas. Tu sangre.
¿Por qué demonios, ahora que estoy tan cerca del momento…no puedo decidir que hacer? ¿Por qué la debilidad me ataca al corazón en estos momentos?

¿¡Maldita testaruda porque tienes que hacerlo siempre todo sola!?


Näyade se quedo, contemplando el amanecer reflexionando, acariciando a su dragona, su única compañera fiel, con lágrimas en los ojos, intentando decidir cual iba a ser el mejor final.

¿Continuara?
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