Capas de la Tormenta
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Ikis, el regreso: Non Serviam (Capitulo 1)

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Ikis, el regreso: Non Serviam (Capitulo 1) Empty Ikis, el regreso: Non Serviam (Capitulo 1)

Mensaje  Nyassa Miér 1 Dic 2010 - 15:22

// off rol:
Hola,
Desde hace unos meses llevo escribiendo un "relato" de lo que le pasó a Ikis, la sacerdotisa. Que para los que le conocieron en 'El Pacto', al pasar de Shendralar a Los Errantes pasaron cosas que nunca se resolvieron...hasta ahora...

Aviso, cada parte de la historia es larga. Lo posteo por si os aburris mucho Smile

//


La ciudad de Orgrimmar estaba a rebosar de gente, la mayoría de los clanes de la horda estaban presentes y disfrutando de la fiesta del solsticio de verano. Mirases por donde mirases había mesas repletas de jarras de hidromiel, las paredes y las calles de la capital estaban decoradas con enormes y brillantes antorchas, bailarines y bailarinas de fuego y hogueras donde la gente bailaba, totalmente ebrios y disfrutando de la música que ofrecía el grupo Tauren Chieftains, que a pesar de estar en el valle de la fuerza, se escuchaba en toda la ciudad. Incluso el Jefe de Guerra, Thrall, disfrutaba de la fiesta junto a Sylvanas, en el valle de la sabiduría, rodeados por los mejores combatientes de la horda velando por su seguridad.

Los miembros de los clanes más conocidos se encontraban en el valle del honor, entre ellos se encontraban varios miembros de El Pacto, se les conocía por no respectar el acuerdo de “no hostilidad” entre la horda y la alianza, las malas lenguas decían que eran mercenarios y que incluso habían matado a miembros de la horda que habían intentado defender a la alianza. Se podía decir que eran la oveja negra de la horda, un grupo independiente de asesinos sin escrúpulos y que sólo obedecían a su lema ‘vida por vida, muerte por muerte’.

Como en toda fiesta donde había presencia masculina, ahí se encontraba ella, una sacerdotisa elfa de sangre, de largo pelo negro sedoso, vestía un conjunto color beige bastante insinuante, una blusa sin mangas con un gran escote que apenas le tapaba los pechos y una larga falda que al andar dejaba entrever, gracias a su abertura lateral, mas allá de sus largas y suaves piernas. Estaba apoyada en la pared bebiendo una jarra de hidromiel, mirando lascivamente a un elfo de sangre que se encontraba bailando con varias féminas alrededor de la hoguera. Estaba tan ensimismada que no se dio cuenta que alguien se había apoyado a su lado.

Nunca te darás por vencida, ¿verdad Ikis? - comento con un tono amigable apoyando su mano sobre el hombro de la elfa – tan testaruda como siempre, por cierto, interesante vestido.

Es divertido, Nayade, lo hago por pura diversión y si cae, pues una alegría al cuerpo que me doy – dijo sonriendo a su capitana y amiga.

Sabes que nunca hará nada mientras esté con Aleyah, pero tú misma Ikis – dijo la capitana con la atención puesta en otra parte – Bueno, he de irme a solucionar unos asuntos. Diviértete y no olvides que al anochecer debemos reunirnos.

Ikis miró como se marchaba a toda prisa, volvió a mirar al elfo y se terminó la jarra de hidromiel de un trago – allá vamos de nuevo – sonrió y empezó a andar hacia su objetivo, asegurándose antes de que iba lo suficiente provocativa, se acercó cautelosamente y se colocó a sus espaldas bailando cada vez más cerca hasta rozarlo, cuando el contacto ya era más que un simple roce el elfo se dio la vuelta con una radiante sonrisa, que no tardó en desaparecer cuando descubrió que quien le estaba rozando era nada más y nada menos que su compañera Ikis.

¿Otra vez tú? Joder Ikis, ¿ni en un día como este me vas a dejar tranquilo? Dime, ¿qué tengo que hacer para que me dejes en paz? – dijo con cara seria y espantando a las féminas con las que estaba bailando.

Lo sabes muy bien Sayax – sonrió pícaramente – ¿Por qué no nos alejamos de esta fiesta aburrida y dejamos que nuestros instintos se sacien al máximo? Jamás nadie se ha arrepentido y tú no vas a ser menos – se mordió levemente el labio inferior con intención de provocarlo.

¡Estás más loca de lo que pensaba Ikis! – Dijo llevándose las manos a la cabeza – lo que me extraña es que no hayas venido con el vestido de novia puesto…

Ya estamos con la misma historia de siempre elfo, que nunca me he puesto un vestido de novia y menos para ti… Me estoy empezando a cansar de esa historia para no dormir que te has inventado querido.

Bueno, lo que tú digas – suspiró con resignación – sabes que la respuesta es NO, Aleyah nunca me lo perdonaría y a ti te mataría, y no pongas esa cara por que sabes que es verdad.

Bah, ella no tiene por qué enterarse,¿no? – Miró de un lado a otro, le clavó la mirada a Sayax sonriente – De hecho, ¿Dónde está ella? ¿No estará con otro? Venga Sayax, ¡anímate! Si solo será un rato, prometo que te dejaré tranquilo.

Al ver que el elfo empezaba a dudar, Ikis vio su oportunidad y no perdió tiempo en poner ambos brazos sobre el cuello el elfo y empezó a acercar su cabeza a la de Sayax, este no sabía donde meterse ni como librarse de sus brazos, sus labios estaban a punto de juntarse cuando los cuernos de la ciudad empezaron a sonar y una onda expansiva los separó tirándoles al lago.
El sonido continuo de los cuernos les despertaron, se incorporaron como pudieron mientras echaban un vistazo a su alrededor, lo que hace unos minutos era un ambiente festivo repleto de gente ahora solo había humo y un montón de cuerpos tirados por doquier. Ambos se miraron fijamente intentando descubrir lo que estaba pasando, vislumbraron una figura que se acercaba a toda prisa moviendo los brazos y diciendo algo que no terminaban de comprender.

Sayax, Ikis, ¿estáis bien?, ¡nos están atacando! – dijo con la voz jadeante al llegar donde estaban ellos.

¿Askeliet? ¿Qué haces aquí? – dijeron al unísono

No me iba a perder una fiesta donde podría encontrar a bellas mujeres, ¿no? – Dijo guiñándole un ojo a Ikis – Pero ahora no hay tiempo para eso, la alianza nos está atacando y con toda su artillería, ¡vamos¡ Qué no pasen de la entrada! – dijo mientras se alejaba corriendo.

Pues no perdamos tiempo y enfrentémonos a esas sucias ratas y echémoslas de la ciudad. – dijo Sayax mirando a la elfa – Ikis, si consigues matar más alianzas que yo, me acostaré contigo, de lo contrario te darás por vencida y me dejarás en paz. ¿Trato hecho? – y sin dejar contestar a la elfa salió corriendo.

¡Eh! ¡Eso no vale! – gritó Ikis indignada – Pero te ganaré y tendrás que saciar mis fantasías.

Ikis salió corriendo hacía la calle principal y cuando llegó al cruce se paró en seco, si tomaba el camino de la izquierda llegaría a la entrada de la ciudad y si tomaba el camino de la derecha llegaría al valle de sabiduría. – mmmm…la ciudad tiene dos entradas…¡¡¡ Thrall !!! - y sin pensárselo dos veces salió corriendo por el camino de la derecha.

Al parecer pocas personas habían caído en la cuenta, la ciudad de Orgrimmar tenía una entrada trasera. Una legión de alianzas había entrado y se encontraban luchando con los pocos guardias que quedaban con vida. Poco a poco iban ganando terreno hacía la fortaleza del Jefe de Guerra, donde se encontraban Thrall y Sylvanas.
Mientras tanto, sin dejar de caer enorme piedras procedentes del exterior de la muralla, varios gnomos colocaban potentes bombas en los edificios que se habían librado del impacto de las catapultas.

Para cuando Ikis llegó a la zona, numerosos cadáveres de los guardias yacían en el suelo y los invasores estaban a punto de entrar en el bastión de Thrall, se quedó parada unos instantes sin saber bien qué hacer, - ¡actúa! – escuchó en su cabeza y cuando tuvo conciencia de lo que estaba haciendo, se hallaba abriéndose paso entre los invasores, entonando un grito que hizo huir a todos los que tenía cerca.
No tardó en colocarse en frente de los dos guardias que quedaban en pié, con un rápido movimiento invocó a un maligno de la sombras, criatura de medio metro con tentáculos procedente de otra dimensión, que atacó a sus oponentes y les entretuvo el tiempo suficiente para sanar a los guardias y a ella misma.

- Maldición, estamos en desventaja. ¿Por qué nadie viene? – comentó desesperada, tomando posición de defensa mientras miraba como los alianzas se reagrupaban y empezaban avanzar hacia ellos.

Faltaban escasos metros para que la batalla volviera a empezar, Ikis y los guardias tenían todos los músculos en tensión, esperándose lo peor. Tras las murallas una catapulta disparó, impactando en la entrada del bastión del Jefe de Guerra, lo que provocó que salieran disparados empotrándolos contra los escombros de lo que era una herrería
.
Ikis no podía moverse, le dolía todo el cuerpo, abrió los ojos con dificultad, todo estaba en llamas. Por la calle principal comenzaba a llegar una oleada de guardias y miembros de la horda que cargaron contra los alianzas, impidiéndoles entrar en bastión del Jefe de Guerra.
Intentó levantarse sin éxito, tenía una pierna rota y estaba exhaustada, una sombra apareció a sus pies, alzó la vista y vio a un humano sonriente, corpulento, llevaba la armadura impoluta, en el pecho llevaba dibujada la insignia de la ciudad de Ventormenta, una cabeza de león azulada, en la mano derecha sostenía una gran espada y un escudo con el mismo símbolo que la armadura en la mano izquierda.

- Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? – dijo el humano mirando a Ikis, sonriente.
- ¿Qué quieres? – dijo Ikis un tanto borde, sin mostrar ninguna flaqueza – Menudo ataque, os felicito, nos habéis pillado por sorpresa a todos.
- Viniendo de ti, Ikis, es todo un placer. Empezaba a temer que te hubieran matado.
- ¡Nunca subestimes a un Sin’dorei, humano! – gruño entre diente en forma de queja. Miró al humano extrañada y perpleja - ¿Has dicho Ikis?...mmm...¿nos conocemos? – preguntó curiosa.
- ¿Ya no recuerdas a tus antiguos compañeros del Alba Argenta, elfa? – dijo arqueando una ceja

Ikis empezó a examinarlo de arriba abajo, su cara le resultaba familiar pero no conseguía acordarse de quien era.

- No recuerdo tu nombre, pero me eres familiar… – Ikis no paraba de observarle.
- Que decepción, la verdad – comentó inclinando la cabeza hacia un lado – Ruko, me llamo Ruko del Ocaso.
De pronto se acordó de aquel día, el día en que el consejo del Alba Argenta le expulsó por conspiración, por abuso de poder y por asesinato de varios miembros de la horda. Empezó a sentir la misma rabia que se apoderó de ella aquel día, y no pudo contenerse.
- Ya te recuerdo…traidor. Fuiste la oveja negra del Alba Argenta, pero por lo que veo la vida no te ha tratado como merecías – dijo con cara de asco y escupió a la reluciente armadura.
- Tú tan agradable como siempre, pero creo que no estás en condiciones de tratarme así, ¿verdad? – le pisó la rodilla tan fuerte que varios huesos rajaron la carne, dejándolos a la vista. Ikis gritó y se revolvió del dolor -

Ikis miró con cara de asco a Ruko, estaba a punto de desmayarse por el dolor, pero sacó las fuerzas suficientes para escupirle en la cara, al ver que le había dado en la boca sonrió.

- No aprendes, ¿verdad? – Dijo limpiándose el escupitajo - Me alegro de que no hayas muerto aún, pues voy a disfrutar mucho torturándote –
Riéndose, le ató los pies y las manos, cogió su bolsa de tela, dejó caer todo su contenido en el suelo y se la puso en la cabeza. Alzó a Ikis sobre sus hombros y comenzó a caminar hacia la salida trasera de la ciudad, Ikis no dejaba de gritar y patalear, Ruko se paró en seco. - ¡Ui! Perdona, tienes que estar incomoda con esas largas orejas en la bolsa, déjame que te ayude - Cogió la espada, hizo un agujero y con la mano buscó una de las orejas de la elfa y la sacó con brusquedad – Así aprenderás a estar callada, zorra – y con un rápido movimiento de espada le cortó la oreja.

- ¡Aaahhhh! – gritó incorporándose en la cama, con todo el cuerpo tembloroso y sudando, se quedó unos instantes desconcertada, miró a su alrededor y respiró aliviada, estaba en su habitación – Otra pesadilla, estoy harta de revivir cada día la misma escena – Se levantó de la cama dirigiéndose al espejo que tenía al lado del armario, miró el reflejo a través de la oscuridad, lentamente acercó su mano a la oreja izquierda y se tocó la cicatriz que recorría de lado a lado la oreja – por desgracia no siempre ha sido una pesadilla – y se echó en la cama a llorar.

La elfa no se percató, que en el exterior, una figura oscura la estaba observando desde hacía varias noches a través de la ventana, impasible, con los ojos clavados en ella.
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