Ikis, el regreso: Rasganorte (Capitulo 2)
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Ikis, el regreso: Rasganorte (Capitulo 2)
Los primeros rayos de sol se colaban a través de las ventanas, el amanecer había llegado. El bastión de Non Serviam empezó a cobrar vida, sus miembros salían de sus aposentos, se saludaban amistosamente mientras tomaban asiento para desayunar en el gran salón, todo el mundo charlaba sobre sus últimas aventuras y de lo que les esperaba a partir de ese día.
Una Tauren subió a la plataforma que había al fondo de la sala común, levantó ambas pezuñas mientras pedía silencio en la sala.
Muuenos días a todo el mundo – dijo en voz alta, una vez que todo el mundo hubiera callado – la mayoría ya me conoce, soy Ekavali y hoy nos espera un largo y gran día, pero no voy a ser yo quien os dé los detalles, sino nuestra capitana, Náyade Lamarie.
La puerta del gran salón común se abrió, la sala se llenó de aplausos cuando Náyade Lamarie atravesó el arco de entrada, andaba decisiva, con la mirada fija, sus pasos eran uniformes, como si no hubiera nadie en la sala.
Vestía un traje de cuero negro, tan ceñido que se le notaba cada centímetro de su cuerpo, le colgaba una daga a cada lado de su estrecha cadera, moviéndose al compás de su cuerpo, Su pelo largo, de color rojo sangre, se disimulaba con una gran capa del mismo color y con el símbolo de la Horda en negro. A pesar de las numerosas cicatrices que tenía en la cara, y del parche en el ojo izquierdo que lucía con orgullo, seguía siendo una elfa bastante atractiva en todo su conjunto.
Cuando llegó donde se encontraba Ekavali, el silencio reinó de nuevo la sala común, Náyade puso una mano en el peludo hombro de la Tauren, se mirarón fijamente un momento, ambas asintieron y Ekavali se transformó en tigre sentándose al lado de Náyade.
Hoy es un gran día para Non Serviam – comenzó a decir Náyade – algunos de vosotros nos acompañan desde que se creó El Pacto, a pesar de las múltiples bajas que sufrimos en el ataque de Orgrimmar el año pasado, otros sin embargo, nos conocisteis bajo el emblema de Non Serviam. Pero todos, absolutamente todos, somos hermanos y hoy, queridos hermanos, ¡¡es nuestro gran día!!
La sala se llenó de aplausos, Náyade tras unos segundos levantó ambas manos pidiendo silencio y anunció lo que todo el mundo ya sabía.
Hoy, hermanos y hermanas, nos trasladamos a Rasganorte, montaremos el campamento en las puertas de la ciudadela de corona de hielo y nos adentraremos en el propio reino del Rey Exánime, arrasando con todo ser viviente o no, hasta llegar al trono helado y ¡CORTARLE LA CABEZA! – gritó Náyade alzando el puño izquierdo entre aplausos y gritos – Silencio silencio, antes de que empecemos a hacer las maletas os quiero presentar a la persona que nos llevará a la gloria, que nos dirigirá y nos organizará para que podamos salir victoriosos. Con todos vosotros, la paladina Nyteblade.
De la primera fila de asientos, se levantó una elfa con el pelo rubio cenizo y tan largo que le llegaba hasta la cintura, todo el mundo se quedó boquiabierto ante su hermosura, las placas parecían hechas a medida y su cara era tan suave y tersa como una muñeca de porcelana. Lentamente subió a la plataforma, se llevó la mano a la frente a modo de saludo y sonrió a toda la sala.
Me presento, me llamo Nyteblade y seré quien os lleve hasta el mismísimo Rey Exánime – dijo con una encantadora sonrisa – pero no os quiero entretener más, terminad de recoger vuestras cosas, partiremos en el primer Zepeling de la tarde, nos instalaremos por la noche y mañana os quiero ver a todos a primera hora para empezar a organizarnos. Nada más, seguid con lo que estabais haciendo.
Todo el mundo siguió comiendo, charlando y haciendo lo que andaba haciendo, Nyteblade se agachó y acarició la cabeza de Ekavali, le dirigió una sonrisa a Náyade cuando vio que a sus espaldas pasaba un elfo de cabellera negra y disimuladamente se fue tras él.
Náyade se quedó un momento observando, todos los miembros tenían en la cara una expresión de felicidad que ella no conseguía compartir, suspiró y empezó a caminar con paso lento hacía despacho, Ekavali al ver que se quedaba sola, miró por la ventana – que buen día hace- pensó en alto, y salió corriendo hacía las afueras del bastión sin dejar su forma de tigre.
A media mañana, en todo el bastión reinaba el ruido de la mudanza, los miembros arrastraban sus pertenencias hacía el exterior, todos menos Sayax, que se las había ingeniado para que un par de goblins se hicieran cargo de sus pertenencias mientras hablaba con Nyteblade en el exterior, supervisando el trabajo de los goblins.
Todo estaba listo, tan sólo quedaba esperar a que el Zepeling llegase para llevarles a las frías tierras de Rasganorte, donde de iba a decidir el destino del Rey Exánime y de la propia hermandad.
Náyade, apoyada en el marco de la puerta principal, no perdía detalle de todo lo que pasaba…Nyteblade estaba haciendole carantoñas a Sayax, Ewilan no paraba de reírse por las bromas que decía Itachi, Leathas se dedicaba de obtener fragmentos de alma de Grumbeld mientras este se curaba constantemente, Ekavali llamaba la atención al los que se batían en duelo y el resto de miembros charlaban y reían. Náyade estaba tan ensimismada observando a todo el mundo que no se dio cuenta de que una figura se había colocado a su lado, pero sin salir al exterior.
Por lo que veo, al final os vais – susurró.
Por supuesto –dijo Náyade sin moverse un ápice- Y tú deberías de venir con nosotros Ikis.
Ya hemos hablado de eso, Capitana. No puedo ir por ahí con la cara quemada y una oreja cortada, así que, no me voy a mover del laboratorio hasta que encuentre una fórmula de alquimia que me cure y vuelva a ser atractiva… - dijo conteniéndose las lágrimas, ya había llorado demasiado esa noche – Además, el bastión no se puede quedar sin ningún oficial dejando campar a sus anchas a los aprendices.
¿Te crees que soy estúpida? – gruñó Náyade a la vez que se giraba para ver a Ikis – Dejarte a ti a cargo del bastión es como dejarlo sin ninguna protección, dime ¿Cuántas veces has salido del laboratorio desde que volviste del accidente? ¿Conoces a los nuevos miembros que se unieron desde que somos Non Serviam? ¿Has hecho algo por la hermandad desde entonces? ¡Contesta!
¿Por qué me preguntas todo esto si sabes que la respuesta es no? – dijo impasible.
Para que te des cuenta del lastre en que te has convertido, y por que tu misma has querido…En esta hermandad nunca has sido lo que fuiste por tu físico sino por tus artes curativas y tu destreza en el campo de batalla, pero hace mucho que no sirves ni para eso… - comentó Náyade con tono cansado.
Y déjame adivinar, ¿Creías que con la mudanza a la mismísima ciudadela de hielo, con esas promesas de cortarle la cabeza a Arthas y demás cosas absurdas que lleváis diciendo en los últimos días, iba a cambiar de idea y me iba a unir a vuestra batalla? – se podría decir que tras la capucha esbozó una sonrisa – Te creía más lista Náyade, sabes perfectamente que lo más importante para mi ha sido el físico y hasta que no cambie esta cara quemada no pienso involucrarme en ninguna batalla, te lo aseguro.
En fin…eres un caso perdido Ikis, no te voy a negar que tenía cierta esperanza en que vinieras pero veo que otra vez me he equivocado contigo… - miró fijamente a Ikis a través de la capucha – Esto es una despedida entonces... No sé si volveremos con vida y algo me dice que si volvemos, tú ya no estarás aquí – de fondo se oía la voz de Ekavali anunciando que el Zepeling estaba a punto de aterrizar – Nuestro destino nos espera, espero equivocarme de nuevo y volver a verte pronto, amiga.
Náyade dio media vuelta sin volver la vista atrás, pasó de largo entre todos los miembros y fue la primera en subir al Zepeling. Ikis, sin llegar a salir del bastión, se quedó observando a cada uno de los miembros de la hermandad, como subían entre risas y bromas – Es verdad, no conozco ni a la mitad – pensó cuando el Zepeling se alzaba en los cielos con destino a Rasganorte.
Pasaron varios minutos hasta que Ikis se dio la media vuelta cerrando la puerta tras ella, el bastión estaba en un silencio sepulcral, ese día los aprendices estaban en un entrenamiento especial en Kalimdor y no volverían hasta dentro de unos días, era reconfortante la tranquilidad que había tras el estruendo de los últimos días, ahora podría pasarse todo el tiempo que quisiera en el laboratorio, sin que nadie le interrumpiera y sin preocuparse de nada, atravesó la sala común, pensativa, abrió la puerta del laboratorio, estaba completamente a oscuras – mierda, ahora tengo que buscar una vela, espero que hayan dejado alguna – volvió a la sala común, tras un vistazo rápido pudo comprobar que no había rastro de ninguna vela – joder, han arrasado con todo…mmmm…creo que en mi habitación tengo un par, mañana tendré que ir a comprar más – dijo resignada, la sola idea de salir del bastión la aterrorizaba.
Con paso ligero, entró en su habitación, abrió el baúl que estaba debajo de la ventana y sacó un par de velas encendiendo una, la noche empezaba a caer y sin ninguna luz pronto no vería nada, se dirigió de nuevo hacia el laboratorio, cuando iba a cruzar la puerta algo chocó con ella lo que hizo que se le cayera la vela al suelo, quedándose a oscuras.
A toda prisa, Ikis se tiró al suelo y empezó a gatear rápidamente, se apoyó contra una pared sin hacer el menor ruido e intentó localizar donde estaba su habitación, no demasiado lejos se escuchaba el sonido de unas pisadas que se iban acercando lentamente hacia donde estaba ella, las pisadas cada vez estaban más cerca, pero no escuchaba respiración alguna lo que hizo que se le erizara el pelo y víctima del miedo, salió gateando de nuevo y sin saber cómo, se encontró en la sala común, las pisadas no dejaban de seguirla, notó que algo se le cayó de la túnica al intentar arrastrarse a la pared más próxima.
La otra vela – pensó, y empezó a palpar el suelo buscándola, las pisadas estaban cada vez más cerca, tocó la vela, la agarró y se arrastró hacia atrás varios metros hasta que su espalda tocó con una pared, con las manos temblorosas, intentó encender una cerilla un par de veces sin éxito, notaba unos ojos clavados en ella, la presencia estaba a escasos metros, de pronto una pequeña llama alumbró alrededor de Ikis, había conseguido encender una cerilla, rápidamente llevó la llama a la mecha de la vela, la habitación se iluminó tenuemente y pudo ver unas piernas enfundadas en placas oscuras a pocos centímetros, paradas, fue subiendo la mirada poco a poco, temblorosa.
No te azuztes, colega – dijo de pronto la presencia con voz sepulcral, a la vez que estiraba la mano para ayudar a levantarse a Ikis – no pretendía date un zuto, Ikis.
¿Nos conocemos? ¿Quién eres? ¿A qué has venido? – inquirió Ikis mientras se incorporaba.
Yo sé Hekkate, sé una trol caballero de la muete y traiigo un menzaje para tú, colega – hizo una reverencia ante la elfa.
Con un rápido movimiento, Ikis colocó una daga en la garganta de la troll - ¿Cómo has entrado aquí? ¿Quién te envía? ¡Responde!
Ela'hate titi, no he venió a haserte daño – dijo levantando las manos con gesto indefenso – llevo varioh diah ehperando fuera, pahando frio en la noc’e hasta tu ehtar sola, te he traio ehto.
Hekkate sacó, con movimientos muy lentos, un pergamino de la manga izquierda y se lo entregó a Ikis.
El sello de la Espada de Ébano – susurró mientras inspeccionaba el pergamino sellado – y parece auténtico… ¿Qué querrán los tuyos de mí? Sea como sea, no tengo tiempo para tratar ningún asunto, será mejor que os dirijáis a Náyade Lamarie, ella os atenderá gustosamente – le intento devolver el pergamino a Hekkate.
E’hte pergamino eh para ti, colega, y t’ae cohas interesante sobre tu fihico…yo ec’aria un oho de sé tu, e’ una grá opotunia para ti – dijo casi en un susurro, mirando fijamente aquellos ojos violetas.
La curiosidad le pudo al oír que se trataba de su físico, volvió a examinar detenidamente el pergamino, pasando sus dedos por el sello, con mucho cuidado lo abrió y empezó a leerlo.
¿Esto es una broma? – Ikis empezaba a estar muy nerviosa - ¿Te crees que voy a fiarme de algo así? Me tomáis por tonta, otra explicación no puede haber.
No o’h pongah asi titi, eh lo mejo que puede hace’, y claro que te puede fiá…El tato eh, do de nohotros, do de elloh, no habé nah que temé Ikis, los dioseh han hablao y lo sabeh – dijo Hekkate en un tono misterioso.
Ikis se quedó callada, pensativa, miró de nuevo el pergamino y lo volvió a leer, con cautela, buscando dobles intenciones mientras caminaba de un lado a otro – Puede que sea cierto, que esta sea mi única opción…llevo casi un año buscando una solución sin éxito alguno – pensó en voz alta – Pero necesito asegurarme de que no es ninguna trampa, y más tratándose de ella. Llévame a la fortaleza de Archerus, hablaré de este asunto con Mograine en persona.
Eto…eho no seh posible, no tar permitío – dijo Hekkate negando con las manos.
A través de la capucha de Ikis, se pudo ver una sonrisa un tanto malvada – Tampoco creo que esté permitido irrumpir en el bastión de cualquier hermandad para entregar un pergamino como el que me has entregado. Habéis hecho una excepción con esto, estoy segura que podréis llevarme a la fortaleza, además, es algo que los dioses quieren, no yo.
Hekkate ladeó la cabeza como un perro, sin dejar de mirar a Ikis – Eta bién, pero tú ehpicar fue tuya idea ante Mograine – Ikis asintió – Apata elfa, voy a invocá portal a fortaleza.
En cuestión de segundos, un frío intenso invadió la estancia, el suelo se cubrió de una niebla intensa, que no paraba de moverse y arremolinarse a los pies de Hekkate, esta, alzó el brazo izquierdo, levantando una cortina de niebla, cuando la mano sobrepasaba su cabeza cerró el puño y un destello de luz cegó a Ikis. Tardó unos segundos en abrir los ojos, y cuando los abrió una brecha, de color violeta rodeada por una gran capa de niebla, se alzaba en frente suya.
Zu-zu, vamoh Ikis, no tengah míedo…cruza el potal, no durará muso tiempo, al otro lao yo esperate – y sin dejar responder a Ikis, cruzó a través de la brecha dejándola sola.
Bueno, no tengo alternativa…Quizás no sea un precio tan alto… - sonrió y con paso decidido, cruzo el portal.
Una Tauren subió a la plataforma que había al fondo de la sala común, levantó ambas pezuñas mientras pedía silencio en la sala.
Muuenos días a todo el mundo – dijo en voz alta, una vez que todo el mundo hubiera callado – la mayoría ya me conoce, soy Ekavali y hoy nos espera un largo y gran día, pero no voy a ser yo quien os dé los detalles, sino nuestra capitana, Náyade Lamarie.
La puerta del gran salón común se abrió, la sala se llenó de aplausos cuando Náyade Lamarie atravesó el arco de entrada, andaba decisiva, con la mirada fija, sus pasos eran uniformes, como si no hubiera nadie en la sala.
Vestía un traje de cuero negro, tan ceñido que se le notaba cada centímetro de su cuerpo, le colgaba una daga a cada lado de su estrecha cadera, moviéndose al compás de su cuerpo, Su pelo largo, de color rojo sangre, se disimulaba con una gran capa del mismo color y con el símbolo de la Horda en negro. A pesar de las numerosas cicatrices que tenía en la cara, y del parche en el ojo izquierdo que lucía con orgullo, seguía siendo una elfa bastante atractiva en todo su conjunto.
Cuando llegó donde se encontraba Ekavali, el silencio reinó de nuevo la sala común, Náyade puso una mano en el peludo hombro de la Tauren, se mirarón fijamente un momento, ambas asintieron y Ekavali se transformó en tigre sentándose al lado de Náyade.
Hoy es un gran día para Non Serviam – comenzó a decir Náyade – algunos de vosotros nos acompañan desde que se creó El Pacto, a pesar de las múltiples bajas que sufrimos en el ataque de Orgrimmar el año pasado, otros sin embargo, nos conocisteis bajo el emblema de Non Serviam. Pero todos, absolutamente todos, somos hermanos y hoy, queridos hermanos, ¡¡es nuestro gran día!!
La sala se llenó de aplausos, Náyade tras unos segundos levantó ambas manos pidiendo silencio y anunció lo que todo el mundo ya sabía.
Hoy, hermanos y hermanas, nos trasladamos a Rasganorte, montaremos el campamento en las puertas de la ciudadela de corona de hielo y nos adentraremos en el propio reino del Rey Exánime, arrasando con todo ser viviente o no, hasta llegar al trono helado y ¡CORTARLE LA CABEZA! – gritó Náyade alzando el puño izquierdo entre aplausos y gritos – Silencio silencio, antes de que empecemos a hacer las maletas os quiero presentar a la persona que nos llevará a la gloria, que nos dirigirá y nos organizará para que podamos salir victoriosos. Con todos vosotros, la paladina Nyteblade.
De la primera fila de asientos, se levantó una elfa con el pelo rubio cenizo y tan largo que le llegaba hasta la cintura, todo el mundo se quedó boquiabierto ante su hermosura, las placas parecían hechas a medida y su cara era tan suave y tersa como una muñeca de porcelana. Lentamente subió a la plataforma, se llevó la mano a la frente a modo de saludo y sonrió a toda la sala.
Me presento, me llamo Nyteblade y seré quien os lleve hasta el mismísimo Rey Exánime – dijo con una encantadora sonrisa – pero no os quiero entretener más, terminad de recoger vuestras cosas, partiremos en el primer Zepeling de la tarde, nos instalaremos por la noche y mañana os quiero ver a todos a primera hora para empezar a organizarnos. Nada más, seguid con lo que estabais haciendo.
Todo el mundo siguió comiendo, charlando y haciendo lo que andaba haciendo, Nyteblade se agachó y acarició la cabeza de Ekavali, le dirigió una sonrisa a Náyade cuando vio que a sus espaldas pasaba un elfo de cabellera negra y disimuladamente se fue tras él.
Náyade se quedó un momento observando, todos los miembros tenían en la cara una expresión de felicidad que ella no conseguía compartir, suspiró y empezó a caminar con paso lento hacía despacho, Ekavali al ver que se quedaba sola, miró por la ventana – que buen día hace- pensó en alto, y salió corriendo hacía las afueras del bastión sin dejar su forma de tigre.
A media mañana, en todo el bastión reinaba el ruido de la mudanza, los miembros arrastraban sus pertenencias hacía el exterior, todos menos Sayax, que se las había ingeniado para que un par de goblins se hicieran cargo de sus pertenencias mientras hablaba con Nyteblade en el exterior, supervisando el trabajo de los goblins.
Todo estaba listo, tan sólo quedaba esperar a que el Zepeling llegase para llevarles a las frías tierras de Rasganorte, donde de iba a decidir el destino del Rey Exánime y de la propia hermandad.
Náyade, apoyada en el marco de la puerta principal, no perdía detalle de todo lo que pasaba…Nyteblade estaba haciendole carantoñas a Sayax, Ewilan no paraba de reírse por las bromas que decía Itachi, Leathas se dedicaba de obtener fragmentos de alma de Grumbeld mientras este se curaba constantemente, Ekavali llamaba la atención al los que se batían en duelo y el resto de miembros charlaban y reían. Náyade estaba tan ensimismada observando a todo el mundo que no se dio cuenta de que una figura se había colocado a su lado, pero sin salir al exterior.
Por lo que veo, al final os vais – susurró.
Por supuesto –dijo Náyade sin moverse un ápice- Y tú deberías de venir con nosotros Ikis.
Ya hemos hablado de eso, Capitana. No puedo ir por ahí con la cara quemada y una oreja cortada, así que, no me voy a mover del laboratorio hasta que encuentre una fórmula de alquimia que me cure y vuelva a ser atractiva… - dijo conteniéndose las lágrimas, ya había llorado demasiado esa noche – Además, el bastión no se puede quedar sin ningún oficial dejando campar a sus anchas a los aprendices.
¿Te crees que soy estúpida? – gruñó Náyade a la vez que se giraba para ver a Ikis – Dejarte a ti a cargo del bastión es como dejarlo sin ninguna protección, dime ¿Cuántas veces has salido del laboratorio desde que volviste del accidente? ¿Conoces a los nuevos miembros que se unieron desde que somos Non Serviam? ¿Has hecho algo por la hermandad desde entonces? ¡Contesta!
¿Por qué me preguntas todo esto si sabes que la respuesta es no? – dijo impasible.
Para que te des cuenta del lastre en que te has convertido, y por que tu misma has querido…En esta hermandad nunca has sido lo que fuiste por tu físico sino por tus artes curativas y tu destreza en el campo de batalla, pero hace mucho que no sirves ni para eso… - comentó Náyade con tono cansado.
Y déjame adivinar, ¿Creías que con la mudanza a la mismísima ciudadela de hielo, con esas promesas de cortarle la cabeza a Arthas y demás cosas absurdas que lleváis diciendo en los últimos días, iba a cambiar de idea y me iba a unir a vuestra batalla? – se podría decir que tras la capucha esbozó una sonrisa – Te creía más lista Náyade, sabes perfectamente que lo más importante para mi ha sido el físico y hasta que no cambie esta cara quemada no pienso involucrarme en ninguna batalla, te lo aseguro.
En fin…eres un caso perdido Ikis, no te voy a negar que tenía cierta esperanza en que vinieras pero veo que otra vez me he equivocado contigo… - miró fijamente a Ikis a través de la capucha – Esto es una despedida entonces... No sé si volveremos con vida y algo me dice que si volvemos, tú ya no estarás aquí – de fondo se oía la voz de Ekavali anunciando que el Zepeling estaba a punto de aterrizar – Nuestro destino nos espera, espero equivocarme de nuevo y volver a verte pronto, amiga.
Náyade dio media vuelta sin volver la vista atrás, pasó de largo entre todos los miembros y fue la primera en subir al Zepeling. Ikis, sin llegar a salir del bastión, se quedó observando a cada uno de los miembros de la hermandad, como subían entre risas y bromas – Es verdad, no conozco ni a la mitad – pensó cuando el Zepeling se alzaba en los cielos con destino a Rasganorte.
Pasaron varios minutos hasta que Ikis se dio la media vuelta cerrando la puerta tras ella, el bastión estaba en un silencio sepulcral, ese día los aprendices estaban en un entrenamiento especial en Kalimdor y no volverían hasta dentro de unos días, era reconfortante la tranquilidad que había tras el estruendo de los últimos días, ahora podría pasarse todo el tiempo que quisiera en el laboratorio, sin que nadie le interrumpiera y sin preocuparse de nada, atravesó la sala común, pensativa, abrió la puerta del laboratorio, estaba completamente a oscuras – mierda, ahora tengo que buscar una vela, espero que hayan dejado alguna – volvió a la sala común, tras un vistazo rápido pudo comprobar que no había rastro de ninguna vela – joder, han arrasado con todo…mmmm…creo que en mi habitación tengo un par, mañana tendré que ir a comprar más – dijo resignada, la sola idea de salir del bastión la aterrorizaba.
Con paso ligero, entró en su habitación, abrió el baúl que estaba debajo de la ventana y sacó un par de velas encendiendo una, la noche empezaba a caer y sin ninguna luz pronto no vería nada, se dirigió de nuevo hacia el laboratorio, cuando iba a cruzar la puerta algo chocó con ella lo que hizo que se le cayera la vela al suelo, quedándose a oscuras.
A toda prisa, Ikis se tiró al suelo y empezó a gatear rápidamente, se apoyó contra una pared sin hacer el menor ruido e intentó localizar donde estaba su habitación, no demasiado lejos se escuchaba el sonido de unas pisadas que se iban acercando lentamente hacia donde estaba ella, las pisadas cada vez estaban más cerca, pero no escuchaba respiración alguna lo que hizo que se le erizara el pelo y víctima del miedo, salió gateando de nuevo y sin saber cómo, se encontró en la sala común, las pisadas no dejaban de seguirla, notó que algo se le cayó de la túnica al intentar arrastrarse a la pared más próxima.
La otra vela – pensó, y empezó a palpar el suelo buscándola, las pisadas estaban cada vez más cerca, tocó la vela, la agarró y se arrastró hacia atrás varios metros hasta que su espalda tocó con una pared, con las manos temblorosas, intentó encender una cerilla un par de veces sin éxito, notaba unos ojos clavados en ella, la presencia estaba a escasos metros, de pronto una pequeña llama alumbró alrededor de Ikis, había conseguido encender una cerilla, rápidamente llevó la llama a la mecha de la vela, la habitación se iluminó tenuemente y pudo ver unas piernas enfundadas en placas oscuras a pocos centímetros, paradas, fue subiendo la mirada poco a poco, temblorosa.
No te azuztes, colega – dijo de pronto la presencia con voz sepulcral, a la vez que estiraba la mano para ayudar a levantarse a Ikis – no pretendía date un zuto, Ikis.
¿Nos conocemos? ¿Quién eres? ¿A qué has venido? – inquirió Ikis mientras se incorporaba.
Yo sé Hekkate, sé una trol caballero de la muete y traiigo un menzaje para tú, colega – hizo una reverencia ante la elfa.
Con un rápido movimiento, Ikis colocó una daga en la garganta de la troll - ¿Cómo has entrado aquí? ¿Quién te envía? ¡Responde!
Ela'hate titi, no he venió a haserte daño – dijo levantando las manos con gesto indefenso – llevo varioh diah ehperando fuera, pahando frio en la noc’e hasta tu ehtar sola, te he traio ehto.
Hekkate sacó, con movimientos muy lentos, un pergamino de la manga izquierda y se lo entregó a Ikis.
El sello de la Espada de Ébano – susurró mientras inspeccionaba el pergamino sellado – y parece auténtico… ¿Qué querrán los tuyos de mí? Sea como sea, no tengo tiempo para tratar ningún asunto, será mejor que os dirijáis a Náyade Lamarie, ella os atenderá gustosamente – le intento devolver el pergamino a Hekkate.
E’hte pergamino eh para ti, colega, y t’ae cohas interesante sobre tu fihico…yo ec’aria un oho de sé tu, e’ una grá opotunia para ti – dijo casi en un susurro, mirando fijamente aquellos ojos violetas.
La curiosidad le pudo al oír que se trataba de su físico, volvió a examinar detenidamente el pergamino, pasando sus dedos por el sello, con mucho cuidado lo abrió y empezó a leerlo.
¿Esto es una broma? – Ikis empezaba a estar muy nerviosa - ¿Te crees que voy a fiarme de algo así? Me tomáis por tonta, otra explicación no puede haber.
No o’h pongah asi titi, eh lo mejo que puede hace’, y claro que te puede fiá…El tato eh, do de nohotros, do de elloh, no habé nah que temé Ikis, los dioseh han hablao y lo sabeh – dijo Hekkate en un tono misterioso.
Ikis se quedó callada, pensativa, miró de nuevo el pergamino y lo volvió a leer, con cautela, buscando dobles intenciones mientras caminaba de un lado a otro – Puede que sea cierto, que esta sea mi única opción…llevo casi un año buscando una solución sin éxito alguno – pensó en voz alta – Pero necesito asegurarme de que no es ninguna trampa, y más tratándose de ella. Llévame a la fortaleza de Archerus, hablaré de este asunto con Mograine en persona.
Eto…eho no seh posible, no tar permitío – dijo Hekkate negando con las manos.
A través de la capucha de Ikis, se pudo ver una sonrisa un tanto malvada – Tampoco creo que esté permitido irrumpir en el bastión de cualquier hermandad para entregar un pergamino como el que me has entregado. Habéis hecho una excepción con esto, estoy segura que podréis llevarme a la fortaleza, además, es algo que los dioses quieren, no yo.
Hekkate ladeó la cabeza como un perro, sin dejar de mirar a Ikis – Eta bién, pero tú ehpicar fue tuya idea ante Mograine – Ikis asintió – Apata elfa, voy a invocá portal a fortaleza.
En cuestión de segundos, un frío intenso invadió la estancia, el suelo se cubrió de una niebla intensa, que no paraba de moverse y arremolinarse a los pies de Hekkate, esta, alzó el brazo izquierdo, levantando una cortina de niebla, cuando la mano sobrepasaba su cabeza cerró el puño y un destello de luz cegó a Ikis. Tardó unos segundos en abrir los ojos, y cuando los abrió una brecha, de color violeta rodeada por una gran capa de niebla, se alzaba en frente suya.
Zu-zu, vamoh Ikis, no tengah míedo…cruza el potal, no durará muso tiempo, al otro lao yo esperate – y sin dejar responder a Ikis, cruzó a través de la brecha dejándola sola.
Bueno, no tengo alternativa…Quizás no sea un precio tan alto… - sonrió y con paso decidido, cruzo el portal.
Nyassa- Embajador
- Cantidad de envíos : 1267
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Fecha de inscripción : 18/01/2009
Re: Ikis, el regreso: Rasganorte (Capitulo 2)
/clap molt be ikis! jaja, me ha gustado mucho xD sobretodo en como se rifa a Sayax xD ains... guarrona! jajaja
Alëyah- Soy MUY Cansino
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Fecha de inscripción : 18/01/2009
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