Ikis, el regreso: Extrañas Alianzas (Capitulo 4)
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Ikis, el regreso: Extrañas Alianzas (Capitulo 4)
Bueno pues, esto es lo que te ofrecen Ikis – dijo Mograine - ¿Aceptas?
Hay algo en todo esto que no me cuadra…bueno, en realidad son muchas cosas pero lo que no comprendo es por qué los Caballeros de la Espada de Ébano sois partícipes de esto – dijo Ikis cruzándose de brazos, con una ceja arqueada.
Sencillo, nosotros somos neutrales y no entramos en vuestras rivalidades. Ella ha tenido una visión, y nos dijo que es imprescindible que se haga esto para poder derrotar al Rey Exánime, y no creo que necesite explicarme más, ¿no crees? – La cara de Mograine se puso rígida al nombrar al Rey Exánime. – Te lo vuelvo a preguntar, ¿Aceptas?
Ikis tomó asiento, se llevó las manos a la deforme cara y se quedó en silencio unos instantes – He de decir que es una oferta tentadora, pero estaría traicionando a los míos…pero si no lo hago, puede que nunca vuelva a recuperar mi aspecto y hasta que no lo recupere no le seré de utilidad a nadie – suspiró – que gran indecisión…. – levantó la mirada y la dirigió a Mograine – Está bien, en el peor de los casos me esperaría la muerte y eso no es peor que vivir en este estado…Pero una condición, quiero que me acompañe una escolta de cuatro de los tuyos y todos han de ser elfos de sangre.
No, imposible…me niego – negó Mograine.
Mira Mograine, no me termino de fiar y es una pequeña exigencia que te pido. Si tanto interés tenéis los Caballeros de la Espada de Ébano en este asunto, no te supone ningún esfuerzo en prescindir de cuatro caballeros de mi raza hasta que el proceso termine – Ikis se levantó y se puso a pocos centímetros de él – Eso, o vienes tú en persona, o no hay trato. Tú eliges.
Mograine meneó la cabeza, pensativo – Yo no puedo ir, tengo otras tareas de las que ocuparme – Suspiró – Tenemos que consultarle tu petición, de lo contrario podría causar muchos problemas…Por favor, ponte cómoda, voy a enviar un mensajero con tu petición, en cuanto tenga una respuesta por parte de ella te lo haré saber. – Dio la media vuelta y se marchó.
Pasaron un par de horas cuando Mograine entró de nuevo en la habitación, acompañado por cuatro caballeros. – Buenas noticias Ikis, ella ha aceptado tu petición. Te presento a tu escolta: Daelith, Phiana, Jownzer y Kalyptra. Caballeros, esta es a quien vais a escoltar, la sacerdotisa Ikis.
Ikis se levantó de la silla donde estaba sentada, miró fijamente a cada caballero. Cuando terminó de observarles, sonrió satisfecha – Encantada de conoceros y de que me escoltéis, hermanos y hermanas – Dirigió la mirada a Mograine – Bueno Mograine, ¿cuándo partimos?
Ahora mismo, no hay tiempo que perder. Por favor, juntaros. – dijo Mograine – Que entren los magos del Kirin Tor.
Entraron en la estancia cinco encapuchados, ataviados con una toga morada y con el símbolo de los Kirin Tor en el pecho, se colocaron alrededor de Ikis y de su escolta, elevaron las manos a media altura y empezaron a entonar un cántico en una lengua que Ikis desconocía.
De las manos de uno de los magos apareció una bola de energía de color blanco, al principio tan pequeña como una canica, pero poco a poco iba creciendo mientras otras bolas de energías aparecían en las manos de los demás magos. Cuando todas tuvieron el mismo tamaño empezaron a desplazarse lentamente en círculo, de mago en mago. Fueron aumentando la velocidad hasta formar un aro de energía alrededor de Ikis y de su escolta, de pronto los magos bajaron los brazos lentamente hasta que el aro de energía estuviera a ras de suelo y rápidamente alzaron los brazos por encima de sus cabezas, el aro de energía se elevó y explotó inundando la habitación de una luz cegadora, cuando la luz se desvaneció los magos dieron la media vuelta y desaparecieron, Ikis y su escolta ya no estaban.
Pasaron unos segundos hasta que los ojos de Ikis y de sus compañeros se acostumbraran a la tenue luz, echó un vistazo a su alrededor y se encontraban en campo abierto, rodeados de enormes árboles, antiguas estructuras de blanca piedra repletas de musgo, grandes caminos y puentes de piedra se alzaban por encima de las lagunas, haciendo posible moverse por la ciudad.
mmm…curiosa ciudad – dijo Ikis boquiabierta.
Mi señora, viene alguien – dijo Kalyptra, un miembro de su escolta, señalando el camino de piedra que provenía de un gran templo.
Ikis siguió la dirección del dedo de Kalyoptra hasta que a lo lejos vio un grupo de 5 centinelas, bajaban a paso ligero por el puente que iba desde donde ellos estaban hasta la puerta de un gran templo cubierto de musgo, llevaban armaduras de cuero de color verde y marrón, portaban grandes escudos de madera en una mano y en la otra, una corta y curvada espada, el centinela que iba en cabeza portaba un estandarte con dos flechas cruzadas sobre una daga de tres filos, levantó la mano a modo de saludo.
Sed bienvenidos a Darnassus, elfos de sangre, antiguos hermanos – dijo el centinela que portaba el estandarte de su ciudad, en la lengua común.
El placer es nuestro – dijo Ikis amablemente – Me presento, soy…
Ya sabemos quién eres y a qué vienes, antigua hermana – le interrumpió la elfa de la noche.
Me alegro entonces –dijo Ikis sorprendida – Pues entonces no perdamos más tiempo en presentaciones.
Si sois tan amables de seguidme – dijo la elfa de la noche con un elegante gesto.
Los centinelas rodearon al grupo de Ikis, y emprendieron la marcha puente arriba. Iban encabezados por la elfa de la noche con el estandarte y justo detrás caminaba Ikis mirando de lado a lado, observando la hermosura de la ciudad en medio de la naturaleza – curiosa forma de vivir – pensó Ikis.
En pocos minutos traspasaron el gran arco que hacía de puerta del inmenso templo que se localizaba en la parte más alta de Darnassus, en el interior reinaba una tenue luz morada algo fantasmal, las paredes del interior del templo y el suelo estaban completamente cubiertos de musgo, varias pozas de agua invadían por doquier el suelo y en el centro de la estancia se erigía una gran estatua de una elfa de la noche con los brazos alzados sujetando un gran cuenco del que manaba agua constantemente.
¡Bendita sea Elune! ¡Al fin llegais! – dijo una voz que provenía de la estatua.
Ikis miró asombrada a la estatua, miró a su escolta y volvió a mirar a la estatua - ¿La estatua habla? – preguntó curiosa.
Una risa incontrolable resonó en la estancia - ¡Qué graciosa eres Ikis! – Una figura apareció a un lado de la estatua, su tez era de color azulado, con marcas moradas bajo sus blancos ojos en forma de hojas de arce, su largo pelo enmarañado y lleno de hojas caía salvajemente sobre sus hombros, dándole un aspecto salvaje pero apacible, vestía una larga toga de color blanco puro, sin ninguna mancha. Se acercó a Ikis con paso ligero, como si volara al andar.
Te doy la bienvenida al templo de Elune, antigua hermana – Dijo la elfa sonriendo a Ikis.
Gracias, el placer es mío – dijo Ikis con una reverencia – Pero, ¿con quién tengo el placer de hablar?
De pronto se hizo el silencio, y los elfos de la noche que estaban en la estancia empezaron a murmurar injurias a Ikis.
Calmaos, calmaos – dijo la elfa de la noche sonriente – Nunca me ha visto, es normal que no sepa quien soy. Me presento, soy Tyrande Susurravientos, suma sacerdotisa de Elune y lider de los elfos de la noche, es un placer conocerte y tenerte aqui, Ikis.
Mis disculpas – dijo con la cabeza gacha, sonrojada – os hacía de manera diferente.
¿Diferente? – dijo Tyrande ladeando la cabeza - ¿Cómo os imaginabais que era?
No sé, algo más mayor… - dijo en voz baja.
Tyrande soltó una risa que hizo eco en todo el templo – ¡Qué graciosa eres Ikis! Me conservo bien, gracias a las pozas de Elune, pero ya tendremos tiempo de hablar de todo lo que quieras. Ahora tenemos un asunto muy importante que tratar, ¿no crees?.
Así es, Tyrande. Estoy aquí por tu visión, por..esto… -dijo Ikis quitándose la capucha de la toga y dejando al aire su demacrada y quemada cara.
Hay algo en todo esto que no me cuadra…bueno, en realidad son muchas cosas pero lo que no comprendo es por qué los Caballeros de la Espada de Ébano sois partícipes de esto – dijo Ikis cruzándose de brazos, con una ceja arqueada.
Sencillo, nosotros somos neutrales y no entramos en vuestras rivalidades. Ella ha tenido una visión, y nos dijo que es imprescindible que se haga esto para poder derrotar al Rey Exánime, y no creo que necesite explicarme más, ¿no crees? – La cara de Mograine se puso rígida al nombrar al Rey Exánime. – Te lo vuelvo a preguntar, ¿Aceptas?
Ikis tomó asiento, se llevó las manos a la deforme cara y se quedó en silencio unos instantes – He de decir que es una oferta tentadora, pero estaría traicionando a los míos…pero si no lo hago, puede que nunca vuelva a recuperar mi aspecto y hasta que no lo recupere no le seré de utilidad a nadie – suspiró – que gran indecisión…. – levantó la mirada y la dirigió a Mograine – Está bien, en el peor de los casos me esperaría la muerte y eso no es peor que vivir en este estado…Pero una condición, quiero que me acompañe una escolta de cuatro de los tuyos y todos han de ser elfos de sangre.
No, imposible…me niego – negó Mograine.
Mira Mograine, no me termino de fiar y es una pequeña exigencia que te pido. Si tanto interés tenéis los Caballeros de la Espada de Ébano en este asunto, no te supone ningún esfuerzo en prescindir de cuatro caballeros de mi raza hasta que el proceso termine – Ikis se levantó y se puso a pocos centímetros de él – Eso, o vienes tú en persona, o no hay trato. Tú eliges.
Mograine meneó la cabeza, pensativo – Yo no puedo ir, tengo otras tareas de las que ocuparme – Suspiró – Tenemos que consultarle tu petición, de lo contrario podría causar muchos problemas…Por favor, ponte cómoda, voy a enviar un mensajero con tu petición, en cuanto tenga una respuesta por parte de ella te lo haré saber. – Dio la media vuelta y se marchó.
Pasaron un par de horas cuando Mograine entró de nuevo en la habitación, acompañado por cuatro caballeros. – Buenas noticias Ikis, ella ha aceptado tu petición. Te presento a tu escolta: Daelith, Phiana, Jownzer y Kalyptra. Caballeros, esta es a quien vais a escoltar, la sacerdotisa Ikis.
Ikis se levantó de la silla donde estaba sentada, miró fijamente a cada caballero. Cuando terminó de observarles, sonrió satisfecha – Encantada de conoceros y de que me escoltéis, hermanos y hermanas – Dirigió la mirada a Mograine – Bueno Mograine, ¿cuándo partimos?
Ahora mismo, no hay tiempo que perder. Por favor, juntaros. – dijo Mograine – Que entren los magos del Kirin Tor.
Entraron en la estancia cinco encapuchados, ataviados con una toga morada y con el símbolo de los Kirin Tor en el pecho, se colocaron alrededor de Ikis y de su escolta, elevaron las manos a media altura y empezaron a entonar un cántico en una lengua que Ikis desconocía.
De las manos de uno de los magos apareció una bola de energía de color blanco, al principio tan pequeña como una canica, pero poco a poco iba creciendo mientras otras bolas de energías aparecían en las manos de los demás magos. Cuando todas tuvieron el mismo tamaño empezaron a desplazarse lentamente en círculo, de mago en mago. Fueron aumentando la velocidad hasta formar un aro de energía alrededor de Ikis y de su escolta, de pronto los magos bajaron los brazos lentamente hasta que el aro de energía estuviera a ras de suelo y rápidamente alzaron los brazos por encima de sus cabezas, el aro de energía se elevó y explotó inundando la habitación de una luz cegadora, cuando la luz se desvaneció los magos dieron la media vuelta y desaparecieron, Ikis y su escolta ya no estaban.
Pasaron unos segundos hasta que los ojos de Ikis y de sus compañeros se acostumbraran a la tenue luz, echó un vistazo a su alrededor y se encontraban en campo abierto, rodeados de enormes árboles, antiguas estructuras de blanca piedra repletas de musgo, grandes caminos y puentes de piedra se alzaban por encima de las lagunas, haciendo posible moverse por la ciudad.
mmm…curiosa ciudad – dijo Ikis boquiabierta.
Mi señora, viene alguien – dijo Kalyptra, un miembro de su escolta, señalando el camino de piedra que provenía de un gran templo.
Ikis siguió la dirección del dedo de Kalyoptra hasta que a lo lejos vio un grupo de 5 centinelas, bajaban a paso ligero por el puente que iba desde donde ellos estaban hasta la puerta de un gran templo cubierto de musgo, llevaban armaduras de cuero de color verde y marrón, portaban grandes escudos de madera en una mano y en la otra, una corta y curvada espada, el centinela que iba en cabeza portaba un estandarte con dos flechas cruzadas sobre una daga de tres filos, levantó la mano a modo de saludo.
Sed bienvenidos a Darnassus, elfos de sangre, antiguos hermanos – dijo el centinela que portaba el estandarte de su ciudad, en la lengua común.
El placer es nuestro – dijo Ikis amablemente – Me presento, soy…
Ya sabemos quién eres y a qué vienes, antigua hermana – le interrumpió la elfa de la noche.
Me alegro entonces –dijo Ikis sorprendida – Pues entonces no perdamos más tiempo en presentaciones.
Si sois tan amables de seguidme – dijo la elfa de la noche con un elegante gesto.
Los centinelas rodearon al grupo de Ikis, y emprendieron la marcha puente arriba. Iban encabezados por la elfa de la noche con el estandarte y justo detrás caminaba Ikis mirando de lado a lado, observando la hermosura de la ciudad en medio de la naturaleza – curiosa forma de vivir – pensó Ikis.
En pocos minutos traspasaron el gran arco que hacía de puerta del inmenso templo que se localizaba en la parte más alta de Darnassus, en el interior reinaba una tenue luz morada algo fantasmal, las paredes del interior del templo y el suelo estaban completamente cubiertos de musgo, varias pozas de agua invadían por doquier el suelo y en el centro de la estancia se erigía una gran estatua de una elfa de la noche con los brazos alzados sujetando un gran cuenco del que manaba agua constantemente.
¡Bendita sea Elune! ¡Al fin llegais! – dijo una voz que provenía de la estatua.
Ikis miró asombrada a la estatua, miró a su escolta y volvió a mirar a la estatua - ¿La estatua habla? – preguntó curiosa.
Una risa incontrolable resonó en la estancia - ¡Qué graciosa eres Ikis! – Una figura apareció a un lado de la estatua, su tez era de color azulado, con marcas moradas bajo sus blancos ojos en forma de hojas de arce, su largo pelo enmarañado y lleno de hojas caía salvajemente sobre sus hombros, dándole un aspecto salvaje pero apacible, vestía una larga toga de color blanco puro, sin ninguna mancha. Se acercó a Ikis con paso ligero, como si volara al andar.
Te doy la bienvenida al templo de Elune, antigua hermana – Dijo la elfa sonriendo a Ikis.
Gracias, el placer es mío – dijo Ikis con una reverencia – Pero, ¿con quién tengo el placer de hablar?
De pronto se hizo el silencio, y los elfos de la noche que estaban en la estancia empezaron a murmurar injurias a Ikis.
Calmaos, calmaos – dijo la elfa de la noche sonriente – Nunca me ha visto, es normal que no sepa quien soy. Me presento, soy Tyrande Susurravientos, suma sacerdotisa de Elune y lider de los elfos de la noche, es un placer conocerte y tenerte aqui, Ikis.
Mis disculpas – dijo con la cabeza gacha, sonrojada – os hacía de manera diferente.
¿Diferente? – dijo Tyrande ladeando la cabeza - ¿Cómo os imaginabais que era?
No sé, algo más mayor… - dijo en voz baja.
Tyrande soltó una risa que hizo eco en todo el templo – ¡Qué graciosa eres Ikis! Me conservo bien, gracias a las pozas de Elune, pero ya tendremos tiempo de hablar de todo lo que quieras. Ahora tenemos un asunto muy importante que tratar, ¿no crees?.
Así es, Tyrande. Estoy aquí por tu visión, por..esto… -dijo Ikis quitándose la capucha de la toga y dejando al aire su demacrada y quemada cara.
Nyassa- Embajador
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Re: Ikis, el regreso: Extrañas Alianzas (Capitulo 4)
Que fuerte me parece...jajaja
Sayax- Maestro de Lore
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